Hace unos días que he vuelto a huir del espejo. No me siento yo. No me siento nada. Sé que camino y que me muevo, que duermo, que trabajo. Y sin embargo también sé que mi mente se queda, en un espacio vacío al fondo de todo, donde las cosas ya no tienen dimensión ni orientación ni velocidad. Algo falta. Mi mente reside en ese espacio, a sus anchas, mientras mi cuerpo va en abandono por la vida, recorriendo caminos conocidos y reviviendo conversaciones pasadas. ¿Qué diálogo original se puede tener con un cuerpo que solo deambula? Pareciera por momentos que mi mente está encuartelada, atrincherada en el vacío de sí misma, como esperando a las bombas caer (o subir) del cielo. En otros momentos pudiera pensar que mis ideas van en busca del espíritu, como si este estuviera perdido, ciego de propósito y ausente de motivos. ¿Dónde estará mi espíritu? Y así es como llego a pensarlo, a sentir que si mi espíritu se perdió, si mi mente fue tras de él, ¿cuánto faltará para que mi cuerpo me abando