Supuesta crítica a Milagros Inesperados/El Pasillo de la Muerte/La Milla Verde
En una cárcel oscura surge una historia reconciliadora como pocas. Pero de que hablo...pelicula o libro?
Ambos, o tal vez, ninguno, todo depende de si entendi la enramada trama de Stephen King, el bien llamado Padre del horror contemporáneo (ojo que escribi padre con pe mayuscula). Intento aclarar algo, hablaré mejor del libro, una historia todavía más compleja y macabra, pero a la vez, más enternecedora.
Y es que como no pensar en "enternecedor" en el fragmento en que fallece Janice Edgecombe, esposa del Jefe del pasillo de la muerte, Paul Edgecombe, interpretado (no tan majestuosamente) por Tom Hanks en la película. En medio de la lluvia, cargando el cuerpo de su mujer falleciendo, junto a decenas de cadáveres desmembrados y ropa desperdigada, Paul (no Paulie) cree ver a John Coffey (como la bebida, pero se escribe diferente) un mastodonte (en sentido figurado) afroamericano que tal vez pese una tonelada, pero con una mirada perdida semejante a la de un niño en un rincón de su casa mientras los demás juegan en el jardín.
Paul le pide, le grita, le implora que salve a su esposa, así como pudo salvar a la esposa de Hal Moores, Melinda. Pero esto no sucede. La muerte llega, como cualquier condena en la milla verde, puntual, sin que suene la llamada del gobernador para impedirlo.
Irónico es cuando Paul planea todo para que Dean no se vea involucrado, ya que tiene que sacar adelante a su familia y no es momento de perder el empleo (recordemos que es la época de la Depresión). Menos de un año después de que el bloque E sea cerrado en la penitenciaría de Cold Mountain, Dean es asesinado por un interno en otro de los bloques de la prisión. Tanto cuidado, para tan poco tiempo. Dicen por ahí que vivir es lo más peligroso que tiene la vida. Y que nunca es mejor guardarse sentado que gastarse andando.
Resulta todavía más irónico cuando nos enteramos que nuestro protagonista, el que corrió más riesgos, llega a la edad de 108 años, por el hecho de que John Coffey lo haya tocado. Al igual que en el relato de Borges El inmortal, el alargamiento de la vida es una condena. Toda la gente que amabas, todos tus compañeros de generación y tus colegas han muerto, pero tu eres supuestamente "bendecido" con la inmortalidad.
Y Coffey, que decir de él. Toda la historia realmente se centra en el. Lo que sucede alrededor (Bitterbuck, el Presi) son sólo refuerzos para el relato, historias paralelas que aumentan la crudeza del libro (o película), lo que a su vez aumenta la ternura y la tristeza en la historia de Coffey.
La historia es una completa crítica contra el racismo (como Stephen King es una posible autoridad, debemos hacerle caso, mínimo en esto), ya que a Coffey se le compara constantemente con un perro tranquilo que un día cualquiera (de esos con el sol en lo alto y un ligero viento moviendo las hojas de los árboles) decide morder la mano de quien le da de comer. Te puede dar verdadero asco la manera en que es tratado, sobre todo el comentario de que "los negros deberían de tener su propia silla eléctrica" por parte de el Salvaje Bill.
Cabe mencionar que no he dicho nada de Perrcy Wetmore, pero simplemente no se lo merece. Aunque pensandolo bien, llegar a la locura es su justo castigo. Su personaje es encantadoramente familiar: el gañán, el presumido, el típico bully que te pide tu dinero del almuerzo, con una risa de suficiencia y una revista de chistes socarrones en el bolsillo del pantalón.
La conmovedora historia de Cascabel tambien es de mencionar: es el ratón de circo que se la pasa con Delacroix, un preso sentenciado por que trató de cubrir un asesinato quemando el cuerpo y terminó quemando todo un edificio con gente inocente adentro.
Y al final, el ángel. Volvemos a Janice Edgecombe, quien parece ser la única con conciencia en el relato (ojo que escribi parece), y exige a su marido que salve a Coffey, una bendición de Dios.
Y en el verdadero final, el debate, la argumentación moral y la discusión interna. Cómo Dios había podido concederle una larga vida a Cascabel y a Paul (que había matado mucha gente, dicho sea de paso) y no había hecho nada por la vida de Coffey, que había salvado a bastantes del dolor y el sufrimiento. Y es cuando entra esto: Coffey se quería morir. Estaba enfermo de ver el sufrimiento del mundo, de ver que la gente se aprovechaba del amor de algunos para hacerles daño, y el cargaba con todo esto. Paul llega a experimentar eso por unas horas. Puede escuchar los sufrimientos y las maldades de la gente, todo lo que sienten y lo que piensan, todo lo que traman y planean, todo por lo que lloran. Y tiene que cargar con esa pesada loza.
Coffey quiere morir, la carga es simplemente demasiada. El don ya no es un don, es una condena. Como en los demás libros de Stephen King, nada es lo que parece.
Ambos, o tal vez, ninguno, todo depende de si entendi la enramada trama de Stephen King, el bien llamado Padre del horror contemporáneo (ojo que escribi padre con pe mayuscula). Intento aclarar algo, hablaré mejor del libro, una historia todavía más compleja y macabra, pero a la vez, más enternecedora.
Y es que como no pensar en "enternecedor" en el fragmento en que fallece Janice Edgecombe, esposa del Jefe del pasillo de la muerte, Paul Edgecombe, interpretado (no tan majestuosamente) por Tom Hanks en la película. En medio de la lluvia, cargando el cuerpo de su mujer falleciendo, junto a decenas de cadáveres desmembrados y ropa desperdigada, Paul (no Paulie) cree ver a John Coffey (como la bebida, pero se escribe diferente) un mastodonte (en sentido figurado) afroamericano que tal vez pese una tonelada, pero con una mirada perdida semejante a la de un niño en un rincón de su casa mientras los demás juegan en el jardín.
Paul le pide, le grita, le implora que salve a su esposa, así como pudo salvar a la esposa de Hal Moores, Melinda. Pero esto no sucede. La muerte llega, como cualquier condena en la milla verde, puntual, sin que suene la llamada del gobernador para impedirlo.
Irónico es cuando Paul planea todo para que Dean no se vea involucrado, ya que tiene que sacar adelante a su familia y no es momento de perder el empleo (recordemos que es la época de la Depresión). Menos de un año después de que el bloque E sea cerrado en la penitenciaría de Cold Mountain, Dean es asesinado por un interno en otro de los bloques de la prisión. Tanto cuidado, para tan poco tiempo. Dicen por ahí que vivir es lo más peligroso que tiene la vida. Y que nunca es mejor guardarse sentado que gastarse andando.
Resulta todavía más irónico cuando nos enteramos que nuestro protagonista, el que corrió más riesgos, llega a la edad de 108 años, por el hecho de que John Coffey lo haya tocado. Al igual que en el relato de Borges El inmortal, el alargamiento de la vida es una condena. Toda la gente que amabas, todos tus compañeros de generación y tus colegas han muerto, pero tu eres supuestamente "bendecido" con la inmortalidad.
Y Coffey, que decir de él. Toda la historia realmente se centra en el. Lo que sucede alrededor (Bitterbuck, el Presi) son sólo refuerzos para el relato, historias paralelas que aumentan la crudeza del libro (o película), lo que a su vez aumenta la ternura y la tristeza en la historia de Coffey.
La historia es una completa crítica contra el racismo (como Stephen King es una posible autoridad, debemos hacerle caso, mínimo en esto), ya que a Coffey se le compara constantemente con un perro tranquilo que un día cualquiera (de esos con el sol en lo alto y un ligero viento moviendo las hojas de los árboles) decide morder la mano de quien le da de comer. Te puede dar verdadero asco la manera en que es tratado, sobre todo el comentario de que "los negros deberían de tener su propia silla eléctrica" por parte de el Salvaje Bill.
Cabe mencionar que no he dicho nada de Perrcy Wetmore, pero simplemente no se lo merece. Aunque pensandolo bien, llegar a la locura es su justo castigo. Su personaje es encantadoramente familiar: el gañán, el presumido, el típico bully que te pide tu dinero del almuerzo, con una risa de suficiencia y una revista de chistes socarrones en el bolsillo del pantalón.
La conmovedora historia de Cascabel tambien es de mencionar: es el ratón de circo que se la pasa con Delacroix, un preso sentenciado por que trató de cubrir un asesinato quemando el cuerpo y terminó quemando todo un edificio con gente inocente adentro.
Y al final, el ángel. Volvemos a Janice Edgecombe, quien parece ser la única con conciencia en el relato (ojo que escribi parece), y exige a su marido que salve a Coffey, una bendición de Dios.
Y en el verdadero final, el debate, la argumentación moral y la discusión interna. Cómo Dios había podido concederle una larga vida a Cascabel y a Paul (que había matado mucha gente, dicho sea de paso) y no había hecho nada por la vida de Coffey, que había salvado a bastantes del dolor y el sufrimiento. Y es cuando entra esto: Coffey se quería morir. Estaba enfermo de ver el sufrimiento del mundo, de ver que la gente se aprovechaba del amor de algunos para hacerles daño, y el cargaba con todo esto. Paul llega a experimentar eso por unas horas. Puede escuchar los sufrimientos y las maldades de la gente, todo lo que sienten y lo que piensan, todo lo que traman y planean, todo por lo que lloran. Y tiene que cargar con esa pesada loza.
Coffey quiere morir, la carga es simplemente demasiada. El don ya no es un don, es una condena. Como en los demás libros de Stephen King, nada es lo que parece.
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