Vida y obra de alguien que no soñó

XY no soñaba. Nunca lo hizo. Jamás se ensimismó durante el diá pensando en el futuro, en aspiraciones improbables o en amores imposibles.

Dormía, eso sí. Pero no como los demás. Nunca tuvo ese sueño que parece que cada gringo tiene (por eso su regularidad en las malas series de EUA) en donde apareces en ropa interior frente a su salón de clases lleno de compañeros (culaquier lugar público puede servir).

Todo esto hacía que, simplemente, su vida estuviera vacía. Porque que mas es la vida sino sueños-o pesadillas-cumplidos, aspiraciones logradas, y traumas odiados. Que mas puede hacer alguien que vive si no es soñar. Todos lo hacemos. Soñamos que volamos, soñamos que vivimos en Europa, soñamos que se acaba la crisis.

Pero XY no era una persona "típica". Vestía de gris, pudiendo decir que simplemente era una "mancha grisácea". Sin aspiraciones, trabajaba en una compañía con un altísimo sueldo cumpliendo funciones que le aburrían, pero al no soñar, no se imaginaba en ningun otro lugar trabajando.

La vida marchaba tan lentamente que parecía ir para atrás. Sin hijos, sin novia, sin amigos, incluso sin padres, de vez en cuando visitaba el orfanato en el que había vivido en su infancia, de la cual raramente recordaba detalles. De ese lugar, ni siquiera a un simple compañero frecuentaba. Sus colegas en la oficina eran eso precisamente, sus colegas. Pasaba el tiempo en su casa, embobado casualmente con algun programa de concursos, de esos bastante humillantes, o con alguna telenovela. Otras veces, en cambio, leía.

Y leía como si se le fuera la vida en eso. Leía a Paulo Coelho, a J.J. Benítez, a Francisco Martín Moreno, a J.R.R. Tolkien. Leía clásicos como Grandes esperanzas, o ciencia ficción como La máquina del tiempo. Se podría decir que había leído de todo. Todo libro que hubiera sido escrito fácilmente estaba en su estudio, que mas bien parecía biblioteca. Si me dijeran que tenía una bibliotecaria contratada en su casa, lo creo.

Tal vez por eso era gris, como la tinta desgastada de sus libros. Tal vez por eso no pudiera soñar, se había pasado tanto tiempo leyendo los sueños de otros, que había perdido la capacidad de soñar por sí mismo.

O quizás fuera al revés. Como no podía soñar, se refugiaba en la imaginación de otros, como un recurso de salvación, ya que la suya estaba obsoleta. Su realidad le disgustaba tanto, que se protegía dentro de las páginas de sus libros. Prefería vivir la vida de El principito, de Catherine Velis, de John Coffey, de Harry Potter. Se dejaba llevar hacia Londres, El Cairo, los Planetas Exteriores, la penitenciaría de Cold Mountain. Tantos y tantos lugares que sentía conocer con sólo leer de ellos.

Vivía en un círculo vicioso. Leía para refugiarse, pero su refugio era su prisión del mundo exterior. ¿Para qué viajar a Londres, si tenía la perfecta descripción de Dickens? ¿Por qué inventar algo, si ya todo lo ha inventado Verne? ¿Tener miedo? ¿Para que? Había leído tanto a Stephen King que ya no recordaba lo que el miedo era. ¿Para que amar, si terminaría suicidándose como Romeo? Bendecía sus libros, pidiendo a dios que nunca se les acabara la imaginación a aquellos que escribían. Imaginación que ya no tenía. Imaginación que esos libros le habían robado.

Recordando a Vargas Llosa, a quien XY también había leído:"...una persona que lee, y que lee bien, disfruta muchísimo mejor de la vida, aunque también es una persona que tiene más problemas frente al mundo."

XY era feliz, pero prisionero. Sus libros eran como la casa de aquella bruja de Hansel y Gretel, ideal para vivir, pero también, para morir perfectamente.

Comentarios

Carol Beeblebrox ha dicho que…
perdon por tardar tanto... pero lo lei antes de dormir!
y me encanto, especialmente esto...
"Su realidad le disgustaba tanto, que se protegía dentro de las páginas de sus libros."
creo que me queda, pero es que... la vida en macondo es tan bella:)