El gato de Schrödinger

Así paso, yo solo fui testigo, al menos, esta vez. Espero que me perdone por la falta de respeto de usar sus recuerdos para mi recreación y la de otras (sólo 2) personas. Se que los recuerdos de Mr. Anderson no deben ser manipulados deshonestamente. Prometo no volverlo hacer, o como diria el...perdoname ea...no lo vuelvo a hacer.

Debo decir primero que no fui testigo porque tuviera maquiavelicamente planeado terminar escribiendo esto, o porque quisiera burlarme de su desgracia, sino que simplemente estaba ahí, porque ¿donde mas iba a estar? Fue en uno de esos momentos en los que su vida, mi vida y la vida de otra gente se entrelazan como si estuvieran destinadas a ello, así que no me debe culpar.

Y es que tengo que decirselo a ustedes, interlocutores imaginarios a quienes va dirigido esto: no era su intención. Mr. Anderson hizo sólo lo que Mr. Anderson sabe hacer, aunque yo todavía creo que pudo haber hecho mas. Porque el la amaba, ¿se dan cuenta? el la amaba. Bueno, todavía no se dan cuenta, porque todavía no llego a esa parte.

La había amado hace tiempo, secretamente, como sólo aman los cobardes. Y como el cobarde que era, la amaba obviamente. Es que todos amamos de alguna manera. Si es secretamente, todos se dan cuenta, no lo puedes ocultar. Es una de esas cosas que el mismo Mr. Anderson llamaría "ironía". Además, contrario a lo que él piensa, yo creo que amar secretamente es tan innecesario y peligroso como despertar a un dragón dormido.

¿Que porque la amaba? Bueno, todavía tengo mis conjeturas, aunque creo que son muy exactas. La amaba porque eso quería hacer. Por como era ella, y sobre todo, por como lo trataba. La amaba porque eso era lo que debía pasar. Era algo inevitable. El y ella. Uña y mugre. Libro y letras. Pi y fi.

No la amó desde el principio, sino que era de esos amores, como todos los amores imposibles, que se van cocinando lentamente. No se autodestruyen ni colapsan en una gran explosión provocando alejamiento de los planetas. No. Este amor, este tipo de amor se extiende, se amarra, se aferra, se encarna. Va creciendo como verdolaga, y como tal, no puede dejar de crecer, hasta que alguien lo poda, lo corta para siempre por ser tan mala hierba.

Ella...mmm....si....ella era ella.....nada más....para el perfecta....como la pieza que encajaba en su rompecabezas. No era ni menos ni más, sino típica, aunque a su manera. Para él, toda una visión, una diosa, algo que el no merecía tener, y que siendo sinceros, nunca tuvo.

Nunca la tuvo por una simple razón, no se atrevió. Y es aquí cuando nace el gato de Schrödinger. Él simplemente nunca abrió su caja, y mató a su gato por decisión propia. Lo ahogo, con sus propias decisiones, o mas bien, con su indecisión. Con esa maldita duda de si ella lo amaría, cuando eso era lo que menos importaba. Mas importante era la decisión de decírselo, porque ¿como podría saber el si ella lo amaba, si nunca le había dicho lo que sentía? Pero él siguió con lo que significaría su destrucción: el miedo.

Porque también tenía miedo, tanto de ser rechazado como de ser amado. Miedo a la incertidumbre, pero también miedo a poderlo saber todo. Miedo a la tristeza, pero al mismo tiempo miedo a ser feliz.

Y es que es tan fácil ser triste. En el día nos pueden decir mil y un cosas que nos pueden poner tristes, pero sólo una con la suficiente fuerza para volvernos felices. Es tan fácil tender hacia la soledad, la melancolía, la nostalgia. Es tan tentador el regodeo en nuestra propia infelicidad, que lo preferimos a llenarnos de ese brillo intenso propio de las almas realizadas.

Fue por eso que su gato murió, envenenado por estar guardado en una caja por meses. ¿Qué gato puede sobrevivir a esto? Ninguno. Nada pasó, nada sucedió entre ellos dos más que la amistad incondicional que se tuvieron. Ella, siempre pensó que el guardaba un secreto, que con él había gato encerrado. Él solo fue un extraño en paz que nunca la dejo de amar.

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