Vacuna de influencia
Nací, como libro en blanco. Tan inocente, tan pequeño y puro, sin mancha y sin pecado.
El primero que me cargó, el doctor, seguramente dejó algo de él en mí. Alguna energía, algún pensamiento, tal vez su concentración por evitar mi caída al suelo. Fue la primer influencia que tuve, la primera de muchas a lo largo del camino que seguiría y en el sigo todavía. Dichas influencias fueron variadas, y vinieron tanto de gente significativa como de personas que sólo pasaron por mi vida un tiempo corto.
Primero, mi padre, que me enseñó que la familia es primero y que es lo único que tengo seguro en mi vida aparte de mi mismo.
Mi madre, de la que aprendí que no hay cosa más grande que el amor, pero que amar no es pretexto para ser un idiota.
De mi hermano Diego tengo su ligereza de ideas, y mucha de su experiencia. De tanto verlo vivir su vida me han dado ganas de vivir la mía con la misma intensidad.
De Rafael, su nobleza y su gusto por la música. Yo también he puesto algo de mí, pero definitivamente me transmitió sus gustos musicales.
También de él heredo su literatura. Cuando eres pequeño y quieres leer, robar los libros de tu hermano mayor y ojearlos es lo más sencillo que puedes hacer.
De Vélez aprendí que puedes molestar mucho a alguien y seguir queriéndolo. Que puedo ser más noble y que las cosas que digo no son tan tontas.
De Caro traigo su amor por el planeta, lo cual le admiro y copio deliberadamente. También aprendí que no siempre la persona que más te comprende es de tu mismo sexo.
De Ramsés espero haber heredado su amor por la música y por la guitarra.
A Graciela le debo su cariño, que nunca he podido pagar, aunque ella me robó un beso fingido en un escenario. Creo que estamos muy a mano.
Le aprendí que no necesitas mucho para conocer a alguien, y que a veces conoces a alguien y no sabes hasta que punto será importante.
A Luis le heredo su entereza y su pasión por lo que hace. Me marcó de por vida el hecho de que fuera el mejor del otro grupo. Y ahora que lo conozco bien, estoy orgulloso de conocerlo bien.
A Sam le aprendí el gusto por el cine. Que una película rara es rara por alguna razón y que no necesariamente tienes que conocer esa razón para que te guste la película. Aprendí de ella que las cosas no son lo que parecen.
De Adrián aprendí lo importante que es tener una manada. Y que no importa la meta que tengas, sino quién eres y cómo planeas llegar a tu objetivo.
A Lidia le agradezco enseñarme a bailar, y que sea mi pareja de baile por tantos años. Le heredo su cariño alegre y su inteligencia emocional.
Del recepcionista del CETEC heredo su amor por su trabajo. Me enseñó que siempre pueden cantar los pájaros, incluso en lugares cerrados y fríos.
A Martín le heredo su arte. Le agradezco su confianza en mi y que me enseñara que aunque no voy a ser actor, puedo actuar. Le agradezco también que viera un talento en mi que ni yo mismo conocía.
De Irving heredo muchas cosas, y no todas ellas son matemáticas o lógicas. Aprendí con él que la docencia es una pasión que nunca es plenamente valorada, pero que es totalmente satisfactoria.
De los demás, que mi memoria, en este intento por conocer mis influencias, no puede rescatar tantos recuerdos, heredo lo que hayan querido darme y también lo que nunca pensaron en regalarme pero que yo tome prestado, o más bien robado.
Porque yo tengo una teoría. Mi teoría, vago esfuerzo de justificar todo esto, es que de todos se aprende. Pero no sólo esto. De todos aprendemos algo y nos robamos otra cosa.
Cada momento nos marca, nos dirige en cierta dirección. Cada persona nos afecta y nos modifica. Tal vez sólo cambiemos ligeramente. Tal vez incluso lo que cambie sea el hecho de cómo vemos a esa persona. O tal vez el cambio sea tan grande que ya no nos deberíamos de llamar como antes lo hacíamos.
Gracias por hacerme como soy, y por no hacerme como no soy, claro. Gracias por afectarme y moldearme, por pulirme, afilarme y recortarme. Al final yo soy todas mis influencias. Al final, soy la mezcla perfecta de muchos choques perfectamente inelásticos.
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