El uso de los cuerpos

Te lo dije
y lo escribí
y resulta insoportable no poderlo repetir:
quiero usar tu cuerpo.

De almohada, suave tu pecho
quiero usar tu cabeza de caldero
y tu mano de esténcil
que me marque, que me pinte, que me corrompa
en mi pureza marginal
en mi blancura insospechada.

Quiero utilizar (si te es posible)
tu cuerpo de calentador
aparta de mí este frío
que remueve mis entrañas
que me achica desde adentro
y que me entorpece al caminar.

Tiemblo, así
de frío y de fealdad
cuando tu cuerpo no está ahí para ser mío
cuando tu mirada se ausenta divagante
entre otros cuerpos que no existen
entre personas que son de sombras.

Y sin embargo, cuando está,
cuando tu cuerpo está
cuando tu estancia es presente
y actual y real (e insoportablemente leve)
siento estas ganas terribles
de tomarte y redefinirte
aunque sea por unos instantes
como algo más que persona
como tantas cosas simultáneas
todas, egoístamente, para mí.

Comentarios