Resignación
Yo no los conocía. Nunca se cruzaron conmigo en cafeterías o en aulas. Nunca platicamos, ni siquiera sobre como estaba el clima en ese día particular. No tomamos clase juntos, no salimos a cotorrear y nunca los había visto. Pero aún así, tienen nombre. Jorge Antonio y Javier Francisco. Ni siquiera se si preferían que les dijeran "George", "Paco", "Javi" o "el flaco".
Entonces, ¿no me importan? Cualquiera pensaría eso, en un vago intento por calmar las ansias que hay en mi de salir y golpear al destino en la cara, romperle la nariz, exigirle satisfacción, y preguntarle quien demonios le dio su autoridad, también para irme sobre él.
Sí, si me importan. No son mis muertos, no les pondré altar ni ayudaré a su alma a no andar de cargacruces o algo así. No. Efectivamente, no son mis muertos. Ni mis compadres, ni mis panas, ni mis amigos, ni nada por el estilo.
Pero con su muerte, yo también morí. Yo y algo de cada uno. Un poco de mi inocencia falleció el viernes. Un poco de ese pensamiento de "no pasa nada" y un mucho de esa cúpula de seguridad y autoproclama.
No va a suceder nada. Acá las cosas andan tranquilas. Aquí somos intocables. Nomás con estar en donde estamos y vivir en donde vivimos, las cosas no nos sucederán a nosotros. Estamos lejos de eso. Estamos lejos de la frontera. Estamos seguros.
La supuesta seguridad se desgarra, como si fuera de papel. Este mini universo que alguna vez pensé intocable, ya no existe. ¿Seguros? ¿Donde?
Nada consuela ésta pérdida. Lo que digan las autoridades, de cualquier índole, no le sirve de nada a una familia que acaba de perder a su estrella. De nada vale un "perdón" cuando la ofensa a disculpar es el asesinato. Nadie te puede decir "se por lo que estas pasando", porque nadie realmente lo sabe. Las palabras deben saber a cartón.
Yo no los conocía. Pero para mí pudieron llamarse Adrián, Joel, Brenda, Zoe, Ricardo, Pamela, Carlos, Luis, Tomás, Lorena, Roberto, María. Fueron amigos de algunos, novios de alguien, hermanos de otros más. Fueron vidas. Vidas extintas. Vidas con todo el mundo por delante. Con planes, motivaciones, sueños, viajes planeados, con un porvenir.
Sólo queda resignación, sólo queda oración. Sólo queda pedir por estos desconocidos, que lamentablemente se volvieron conocidos.
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