Treguas
Te propongo una tregua, en tu cama, en la mía, en la que sea, pero neutra. Rompamos lanzas, bajemos escudos, saltemos vados. Que sea nuestra piel la que juegue, reconociéndose a si misma en ti y en mí.
Despliega tu bandera blanca, de pañuelos del aftersexo y del cigarro metafórico, de la conversación (y el abrazo) posterior. Reafirmate segura, insegura, tú. Que yo haré lo mismo. Dispondré de mi rifle, entregaré mis pistolas y vaciaré mis balas a tu lado. Lástima de aquéllos que se aferran a la violencia de la soledad. La nuestra es paz en compañía.
Hagamos una tregua, pues, por ellos. Los ves venir, con su caminar pausado, sus migajas de pan en la solapa, su mirada larga y ensoñada. Hagámoslo por ellos, por que existan, por que sucedan. Hagámoslo por todos, los que de aquí empiezan, por los futuros que anhelan. Hagámoslo por nosotros, por la oportunidad de sabernos sabios y profundos, húmedos y llorosos, emotivos y sensibles, fuertes e imposibles. Hagamoslo por los cachorros, por los gatos, por las aves que no trinan en alguna jaula. Por ellos, por los árboles, por las ramas que gritan, las puertas cerradas, las raíces eternas. Por la risa, por la carne, por las mesas de café y las sempiternas conversaciones constantes. Por las camisas en el suelo (los suelos), los pantalones semipuestos (o semiquitados) o por la rabia desnuda (o la desnudez rábica). Por los jardines, las fuentes, las bancas de parques diurnos oscuros, por las caminatas sin sentido. Por las tormentas, las tuyas y las del cielo, las mías que son de arena.
Hagamos, pues, una tregua, un acuerdo tácito y táctico de ternura; de nosotros siendo eso, nosotros.
Despliega tu bandera blanca, de pañuelos del aftersexo y del cigarro metafórico, de la conversación (y el abrazo) posterior. Reafirmate segura, insegura, tú. Que yo haré lo mismo. Dispondré de mi rifle, entregaré mis pistolas y vaciaré mis balas a tu lado. Lástima de aquéllos que se aferran a la violencia de la soledad. La nuestra es paz en compañía.
Hagamos una tregua, pues, por ellos. Los ves venir, con su caminar pausado, sus migajas de pan en la solapa, su mirada larga y ensoñada. Hagámoslo por ellos, por que existan, por que sucedan. Hagámoslo por todos, los que de aquí empiezan, por los futuros que anhelan. Hagámoslo por nosotros, por la oportunidad de sabernos sabios y profundos, húmedos y llorosos, emotivos y sensibles, fuertes e imposibles. Hagamoslo por los cachorros, por los gatos, por las aves que no trinan en alguna jaula. Por ellos, por los árboles, por las ramas que gritan, las puertas cerradas, las raíces eternas. Por la risa, por la carne, por las mesas de café y las sempiternas conversaciones constantes. Por las camisas en el suelo (los suelos), los pantalones semipuestos (o semiquitados) o por la rabia desnuda (o la desnudez rábica). Por los jardines, las fuentes, las bancas de parques diurnos oscuros, por las caminatas sin sentido. Por las tormentas, las tuyas y las del cielo, las mías que son de arena.
Hagamos, pues, una tregua, un acuerdo tácito y táctico de ternura; de nosotros siendo eso, nosotros.
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