Que suene
¡Que lluevan canciones!
Quiero que caigan acordes sonoros en mi cuerpo
que resuenen cuerdas y voces sobre oídos dispuestos
que los sordos sepamos lo que es la armonía.
Quiero que las aves canten
que los caminos resuenen
que las montañas reverberen
que todo converja en un sonido último
que los árboles sepan cómo suena la lluvia
y que los tótems sagrados caigan por el impacto del ruido.
Que los bosques se estremezcan,
que tiemblen en el silencio
las cascadas de agua y pelo que viven en la selva.
Y que al final sólo suene el silencio
agobiante, impaciente, estremecedor.
Como el canto de los dioses,
como la orquesta de cámara que hay en tu voz.
Quiero que caigan acordes sonoros en mi cuerpo
que resuenen cuerdas y voces sobre oídos dispuestos
que los sordos sepamos lo que es la armonía.
Quiero que las aves canten
que los caminos resuenen
que las montañas reverberen
que todo converja en un sonido último
que los árboles sepan cómo suena la lluvia
y que los tótems sagrados caigan por el impacto del ruido.
Que los bosques se estremezcan,
que tiemblen en el silencio
las cascadas de agua y pelo que viven en la selva.
Y que al final sólo suene el silencio
agobiante, impaciente, estremecedor.
Como el canto de los dioses,
como la orquesta de cámara que hay en tu voz.
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