Entradas

Mostrando entradas de abril, 2020

Amores lunares

Hoy que la luna nos ve ¿no crees que deberíamos tener más cuidado, tu y yo? Ella nos ha seguido, por varias noches seguidas y quizá ya haya contado, como acostumbra, a algún confidente misterioso los amoríos que ha podido atestiguar. Mejor deberíamos por aquello del secretismo silencioso por ese tema de la privacidad lapidaria guardarnos de la mirada persistente de la luna. Quizá sea lo ideal andar a tientas en la oscuridad con las persianas cerradas para evitar curiosas miradas lunares. Tu sabes, infante selénico, de la furia de Coyolxauhqui, de sus celos, tu sabes, que ella te guardaba para ti. Tal vez lo mejor sea, por ti y por mi (y por ella) que siga el misterio de tus andanzas nocturnas hasta que esa luna madure lo suficiente para entender que ahora su hijo ya no regresa a sus brazos.

Náufrago

Aún recuerdo esos días en que sentía un río fluir en mis entrañas. En la ventana se acumulaban las gotas de un rocío mañanero que recordaban tus lágrimas y mis suspiros De mi voz, reservada por tanto tiempo surgían huracanes, tifones, vendavales tormentas de palabras y silencios sinfonías de gritos y ahogos. La ausencia era, sin más, una marea que lo bañaba todo que abarcaba la mirada y la conciencia y que se filtraba entre las maderas de mi barco insistiendo en inundar los interiores de mi alma. Y aunque era pacífica, ésta marea era una amenaza de naufragio tan pausada que parecía inconsecuente pero que llevaría, tarde o temprano, a mi hundimiento. Y así fue. Aunque no quise aceptarlo lo sabía hacíamos agua desde hace mucho las provisiones mojadas el moho invadiendo las bodegas y el crujir de la madera precediendo al rompimiento. Una mañana, calmada como las demás tuve que abandonar el navío olvidar las anclas y las velas y nadar hacia la playa más c...

Corporal

Yo tuve un cuerpo lo tenía guardado chiquito, comprimido en un cajón solitario donde nadie husmeara dispuesto en un paquete atado, reducido, como un regalo íntimo como calcetines nuevos la mañana de Navidad Yo lo tenía, y un día lo inflé todo nuevecito y lo lancé al mundo del coraje de la ironía y la sorna y la zozobra Mi cuerpo regresó herido seguía siendo mío pero cojeaba, rengueaba sin remedio se cubría, se tapaba y yo lo obligaba a seguir porque la vida estaba allá afuera no en casa sino allá, en la desnudez pública en lo remoto del otro en la empatía irreal de un grupo de ciegos en sonrisas que no juzgan, pero que sabes que sí lo hacen Y mi cuerpo salió, de nuevo a tratar de sobrevivir a la dureza de las navajas al frío de miradas a la lluvia de palabras afiladas a la intemperie, ahora disque protegido y volvió, convertido en tormenta, como un ave malherida sin alas, sin plumas, torturado de caricias sin zapatos y sin piernas terriblemente abusa...