Corporal

Yo tuve un cuerpo
lo tenía guardado
chiquito, comprimido
en un cajón solitario donde nadie husmeara
dispuesto en un paquete
atado, reducido,
como un regalo íntimo
como calcetines nuevos la mañana de Navidad

Yo lo tenía, y un día
lo inflé
todo nuevecito
y lo lancé al mundo del coraje
de la ironía
y la sorna y la zozobra

Mi cuerpo regresó herido
seguía siendo mío
pero cojeaba, rengueaba sin remedio
se cubría, se tapaba
y yo lo obligaba a seguir
porque la vida estaba allá afuera
no en casa
sino allá, en la desnudez pública
en lo remoto del otro
en la empatía irreal de un grupo de ciegos
en sonrisas que no juzgan, pero que sabes que sí lo hacen

Y mi cuerpo salió, de nuevo
a tratar de sobrevivir a la dureza de las navajas
al frío de miradas
a la lluvia de palabras afiladas
a la intemperie, ahora disque protegido
y volvió, convertido en tormenta, como un ave malherida
sin alas, sin plumas, torturado de caricias
sin zapatos y sin piernas
terriblemente abusado
pero vivo.

Fue entones que pensé
¿qué pobre cuerpo puede salir allá y sobrevivir?
día a día, noche a noche, lo mandaba sin cuidado
a que luchara mis batallas.
Si lo abandonaba todos los días a su suerte
un día quizá no regresaría
y yo no tendría donde resguardar mi espíritu diminuto
dónde poner mi mente incesante
dónde descansar mis ramas hilarantes

Decidí, decidimos, todos los que soy y los que he sido
que por primera vez lo acompañaría
a ese planeta de lluvias y de llamas
y que al volver, cada atardecer, a esta cabaña en medio de la nada,
lo abrazaría
le tendería una cama de libros y caricias
le recitaría su poema, ese tan sabido, de generaciones ya pasadas
y nos acostaríamos
ambos lastimados
fracturados
quemados
sangrando
pero juntos.

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