Las horas sin contar
Terminó con miedo, con astucia pero con miedo. Terminó como empezó todo, pensando en nada y queriendo la graciosa despedida. Al final la vida se agolpaba, en pupilas y cuclillas, en sienes de mentiras y pensamientos suicidas. Sudó, respiró hondo, fue un cliché del nerviosismo. Bañado en una confianza apestosa, que parecía remojarlo y secarlo al mismo tiempo, caminó la vereda que habría de alejarlo. Paso a paso, moviendo cada pie con intención, cruzó el camino, franqueó la verja, salió al ruedo. Nada que en la vida le hubiera sucedido lo había preparado para semejante prueba. Esta no era una obvia decisión, una idea lineal, una macabramente lógica opción. Esto era una madeja de vida. Hilos interminables de posibilidades se abrían ante sus ojos. Podía ver cada uno, podía casi tocarlos. Si tuviera que elegir, no hubiera elegido esto. Si de todos esos escenarios tuviera (como ahora puede) que seleccionar uno solo, sería aquél que ni siquiera lo llevara por este camino. ------------...