Entradas

Mostrando entradas de 2010

Vacuna de influencia

Nací, como libro en blanco. Tan inocente, tan pequeño y puro, sin mancha y sin pecado. El primero que me cargó, el doctor, seguramente dejó algo de él en mí. Alguna energía, algún pensamiento, tal vez su concentración por evitar mi caída al suelo. Fue la primer influencia que tuve, la primera de muchas a lo largo del camino que seguiría y en el sigo todavía. Dichas influencias fueron variadas, y vinieron tanto de gente significativa como de personas que sólo pasaron por mi vida un tiempo corto. Primero, mi padre, que me enseñó que la familia es primero y que es lo único que tengo seguro en mi vida aparte de mi mismo. Mi madre, de la que aprendí que no hay cosa más grande que el amor, pero que amar no es pretexto para ser un idiota. De mi hermano Diego tengo su ligereza de ideas, y mucha de su experiencia. De tanto verlo vivir su vida me han dado ganas de vivir la mía con la misma intensidad. De Rafael, su nobleza y su gusto por la música. Yo también he puesto algo de mí, pero definitiv...

Ingenuidad

Soy ingenuo, lo sé. Ingenuo porque supongo que la vida cambiará, y será mejor, cuando la realidad es que ya cambió, y no es tan buena. Ingenuo porque creo que la gente cambia, y que son buenos por naturaleza, aún en contra de Nietzsche. Ingenuo porque pienso que el amor existe y los buenos sentimientos lo acompañan; que tu éxito está en medida de tu esfuerzo. Ingenuo porque creo que a la gente buena le deben suceder cosas igualmente buenas. Ingenuo al pensar que haciendo lo mismo lograría un resultado diferente. Ingenuidad mostré ahí, en ese sofá, en ese momento en específico de mi vida y de la tuya. Y por ingenuo me pasó, que sin inocencia me dijiste lo que dijiste. Por ingenuo me quedé sentado. Por ingenuo acepte ese abrazo medio disfrazado de premio de consolación, algo muy parecido a un abrazo de Acatempan actual y amoroso. No hubo puñalada por la espalda, eso sí ya sería mucho. Y yo ingenuo, salí de ahí, con mi ingenuidad comprometida y mi sonrisa de lado intacta por el momento. S...

Memorama y memorias

La tetera sonó, con ese sonido tan chillante de siempre, con el mismo vapor de siempre saliendo por la misma boquilla de siempre. Y siguió sonando, ya que nadie le hacía caso. Se desesperó, chilló más fuerte, pero nada pasaba. Hasta que al fin Luis se quitó los audífonos del iPod, y pudo escuchar a la ya irritante tetera. Desde la sala, con toda su tecnología, caminó a la cocina. Tomó un tarugo, agarró la tetera y sirvió su contenido en dos pequeñas tazas. ¡Cómo inundaba el olor de la vainilla a toda la casa! Las puso en una pequeña bandeja, tomó algunas galletas de coco que había en la alacena y volvió a la sala. Ahí estaba Ana, con sus propios audífonos y su iPod. Ella musitó un pequeño "gracias" ahogado por las viejas canciones de José José. Él ni lo escuchó. Se sentó y la volvió a besar mientras se ponía los audífonos. La tomó de la cintura, la estrechó contra sí, mientras escuchaba "...you and me babe, how about it?..." mientras que ella sólo oía al Príncipe de...

Cambiando de pared

Porque chocamos contra la pared por puro gusto. Porque intentamos cuantas veces se puede, incluso mas, sólo con la motivación ilusa de poder quebrar el muro. Apuntamos, y disparamos seguido contra lo que no se rompe, contra un "no" definitivo. Pero si no lo hicieramos, pero si nos conformáramos, si para nosotros fuera suficiente ese "no" para detenernos, no estaríamos viviendo. No estaríamos confiando nuestra vida a nuestro fuerte espíritu. No podríamos ganar jamás nada. No habría esperanza. Por eso insistimos, quebrandonos la cabeza múltiples veces, sólo por poder encontrar una fisura y desde ahí visualizar lo que tanto ansiamos. Porque no habría nada que aplacara nuestra hambre de sobresalir. Sabemos, a diferencia de muchos, que esta es la apuesta segura. Si, ellos dirían, es "seguro" que terminaremos perdiendo. Pero yo les respondería que sin apostar tampoco se puede ganar, que sin apostar realmente es "seguro" perder. ¿Y qué si esta vez nos r...

Los tiempos

Primero: Noche La nave de uno de ellos se había perdido en el mar indefinido. El segundo pidió permiso al Rey de, en la fe y en la ley del descubrimiento, ir en procura del hermano en el mar sin fin y entre la niebla oscura. Fue hace tiempo. Ni el primero ni el segundo volvió del fin profundo del mar ignoto a la patria por quien permitiera que el enigma se hiciera. Entonces el tercero al rey rogó por permiso los buscar, y el Rey dijo que no. Como a un cautivo, lo oyen pasar los siervos del solar. y, cuando lo ven, ven figura de la fiebre y de la amargura, con los ojos fijos y rasos del ansia mirando la prohibida azul distancia. Señor, los dos hermanos de nuestro Nombre, el Poder y el Renombre, ambos se fueron por el mar de la edad hacia tu Eternidad; y con ellos de nosotros se fue lo que permite al alma ser la de un héroe, queremos ir a buscarlos, desde esta vil nuestra prisión servil: es en la búsqueda de quiénes somos, en la distancia de nos; y, en la fiebre del ansia, que a Dios las...

Resignación

Yo no los conocía. Nunca se cruzaron conmigo en cafeterías o en aulas. Nunca platicamos, ni siquiera sobre como estaba el clima en ese día particular. No tomamos clase juntos, no salimos a cotorrear y nunca los había visto. Pero aún así, tienen nombre. Jorge Antonio y Javier Francisco. Ni siquiera se si preferían que les dijeran "George", "Paco", "Javi" o "el flaco". Entonces, ¿no me importan? Cualquiera pensaría eso, en un vago intento por calmar las ansias que hay en mi de salir y golpear al destino en la cara, romperle la nariz, exigirle satisfacción, y preguntarle quien demonios le dio su autoridad, también para irme sobre él. Sí, si me importan. No son mis muertos, no les pondré altar ni ayudaré a su alma a no andar de cargacruces o algo así. No. Efectivamente, no son mis muertos. Ni mis compadres, ni mis panas, ni mis amigos, ni nada por el estilo. Pero con su muerte, yo también morí. Yo y algo de cada uno. Un poco de mi inocencia falleció ...

Autopsia de un abrazo

Ahí estaban ellos dos, de nuevo. Viéndose a los ojos sin saber qué decirse. Deteniendo intempestivamente el pequeño espacio entre los dos. Ambos bajaron la vista hacia ese vacío, pensando tal vez en poderlo reducir con solo verlo. Obviamente, eso no sucedió. Continuaron el viaje de sus ojos hacia el suelo, viendo como los pies de ambos bailaban, como si un inoportuno chicle se hubiera pegado a sus zapatos. Ambos sonrieron, sabían lo que eso significaba. No era una sonrisa burlona, no de esas que hacen mofa de la debilidad y la pena. No, eran sonrisas de comprensión, de ironía, casi de secretismo. De pronto, cada uno de esos pies, primero los dos derechos, después los dos izquierdos, dieron un paso. No eran grandes zancadas, sino más bien pequeños avances, casi imperceptibles. Y lo hubieran sido, si no fuera porque reducían la distancia entre ellos casi a la mitad. Lo curioso era que, para los demás, esos pasos si pasaban desapercibidos. Viéndolo desde lejos, la mitad de una pequeña dis...

Lo que guarda el silencio

Estaba ahí, sentado, viéndola fijamente. Estaba tan desapegado de su propio cuerpo, que se imaginaba volando romanticamente entre copos de nieve. El estaba, a todas vistas, ensimismado. El estaba, así, embobado, embotado, totalmente absorto en un mundo falso. La vanidad del amor lo cegaban de las cosas reales en el sentido estricto de la palabra. Que aunque el amor también era real, su alegoría imaginativa escapaba del alcance de los sentidos. Y sin sentidos, no podemos entender la realidad como tal. Incluso esto lo estresaba. ¿Qué pasaría si determinado día, un día cualquiera, podría incluso ser un martes, se despertaba, y la realidad que el consideraba como tal, no lo era? ¿Cómo afrontar el hecho de que lo que veía, olía, sentía, no era lo que realmente existía? Raro era pensarlo, más raro aún reflexionar acerca de que si esto pasara, lo que más extrañaría sería lo que él consideraba como el "perfume" de la persona con la que estaba. Así divagaba, así se hundía infinitament...